Tierra y cielos nuevos

 

La Santa Ciudad

Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es. Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalem nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos (21:1-3).

El fuego que consume a los impíos ha de purificar la tierra, así como el aire y las aguas. Todo lo que hoy lleva las marcas del pecado ha de quedar en el olvido. La tierra no será del todo destruida, sólo su superficie. Toda la energía que está bajo las capas de la tierra será liberada en el momento de la destrucción. Sólo el área donde está la Nueva Jerusalén quedará protegida por Dios.

Para los redimidos será un verdadero privilegio poder ver el poder creador de Dios, cuando desde los muros de la Nueva Jerusalén, podamos visualizar, de las humeantes cenizas, brotar la nueva creación. De nuevo aparecerán árboles, palmeras y plantas con sus variadas clases de flores. De nuevo Dios creará animales para que se paseen libremente por los verdes prados. De nuevo habrán aves de hermoso plumaje surcando el cielo y habitando en la arboleda. De nuevo los árboles darán frutos abundantes. La tierra entera será un verdadero paraíso.

El capítulo 21 habla expresamente de la santa ciudad. Ella será como el santuario de los israelitas, situado en el medio del campamento. Allí no será oculto el Dios de Israel, sino que vivirá con todos los salvados.

Y limpiará Dios las lágrimas de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas (21:4).

He aquí una de las promesas más bellas de toda la Biblia. En la nueva tierra no habrá tristeza. Dios quitará de nuestras mentes todo aquel recuerdo que pueda causarnos dolor, especialmente si algunos de los familiares y amigos cercanos no son salvados. Como vimos en el capítulo anterior, la muerte va a ser abolida. Tampoco habrá enfermedad. Todo lo negativo habrá quedado atrás.

Y el que estaba sentado en el trono dijo: he aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y díjome: Hecho es. Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente de agua del vida gratuitamente. El que venciere, poseerá todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo (21:5-7).

Dios no va a destruir todas las cosas, más bien, como dice el texto, Él las va a renovar. Esto es una garantía de que la tierra nueva será semejante a esta, pero sin vestigio de pecado, contaminación ni algo que pueda marchitar la belleza de las cosas creadas. Nuevamente, como el mensaje a las iglesias de los capítulos 2 y 3, el Señor vuelve a estimular la victoria en sus hijos. Siempre recordando que la victoria de Cristo es nuestra victoria.

Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago de fuego y azufre, que es la muerte segunda (21:8).

Aquí se mencionan algunos de los pecados que privarán a muchos de entrar en la tierra nueva. Los “temerosos”, mas bien quiere decir cobardes o miedosos, los que no se han atrevido a ponerse de lado de la verdad y la justicia. Los “incrédulos” son los que no tienen fe, los que no han permanecido leales a Dios en medio de la confusión y pecados prevalecientes. Los “abominables”, del griego “bdelussó” indica los que causan repugnancia, persona de actos sucios. Los “homicidas” son, especialmente, los que han sido crueles con los hijos de Dios. Los “fornicarios” son los que han practicado delitos sexuales, mientras que los “hechiceros” representan a los espiritistas, astrólogos, magos, brujos y todos los practicantes de artes ocultas. Las última clases de pecados mencionados son los “idólatras” y los “mentirosos”. Los primeros son los adoradores de estatuas, pinturas y objetos de culto, así como los que siguen apasionadamente a líderes políticos o religiosos o han puesto su corazón en las riquezas o bienes materiales y los otros son los que engañan y mienten. El hecho que aquí no se mencionen otros pecados, no quiere decir que estos no sean también castigados por Dios.

También podemos ver que estos pecados tienen que ver con la violación de algunos de los diez mandamientos. El Decálogo divino seguirá siendo la ley del reino eterno del Señor.

Visión de la Nueva Jerusalén

Y vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete postreras plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven acá y te mostraré la esposa, mujer del Cordero. Y me llevó en Espíritu a un grande y alto monte, me mostró la grande ciudad santa de Jerusalem, que descendía del cielo de Dios, teniendo la claridad de Dios: y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal (21:9-11).

La comparación que hace el profeta de la ciudad es muy hermosa. Como la esposa de Jesucristo, la ciudad está engalanada como una novia a ser presentada al novio. Más tarde veremos las característica de esta cuidad sin igual.

Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas; al poniente tres puertas (21:12,13).

El tema hebreo aparece una vez más. Los nombres de los doce patriarcas estarán en las puertas del muro de la ciudad. ¿Quienes habitarán tras los muros de la Nueva Jerusalén? Antes que nada, como la capital de la tierra nueva, allí estará, en su centro, el trono de Dios, Le siguen las viviendas de todos los ángeles. Luego, según la promesa de Jesús, y en doce tronos, estarán los doce apóstoles, quienes tendrán sus residencias cerca del trono de Dios. Finalmente, y en doce grandes divisiones, estarán los 144,000.

Hay otra razón para creer que los 144,000 no es un número literal. Veamos. La ciudad siempre ha estado en el tercer cielo. Ha sido la habitación de los ángeles desde la eternidad. Pero una tercera parte de los ángeles fue expulsada del cielo. ¿Y cuántos eran? Varios millones. Jesús Dijo a los doce apóstoles, en Juan 14: 1-3: “En la casa de mi padre, muchas moradas hay,… voy pues a preparar lugar para vosotros…” Esas “moradas” fueron las dejadas por los seguidores de Lucifer. Sabemos que los doce vivirán en la ciudad, ¿y quienes más? Los 144,000. ¿Por que? En Apocalipsis 7 dice que los 144,000 pertenecen a “las doce tribus de Israel”. La puerta con el nombre de su tribu, será por la cual usted entrará en la ciudad. Ahí estará su lugar de residencia. Y son millones de espacios vacantes ahora, los cuales esperan por nosotros.

Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero (21:14).

Estos fundamentos de piedras preciosas tendrán grabados los nombres de los apóstoles de Cristo. Fueron estos los que primero escogió Jesús y los envió de dos en dos a predicar el Evangelio. La historia de la iglesia está adornada por el trabajo fiel de estos obreros especiales. Luego de Cristo, ellos son fundamento de la iglesia. Por eso sus nombres estarán indelebles en los fundamentos de la santa Jerusalén.

Medidas de la Ciudad

Y el que hablaba conmigo, tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro. Y la ciudad está situada y puesta en cuadro, y su largura es tanta como su anchura: y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios: la largura y la altura y la anchura de ella son iguales (21:15,16).

De acuerdo a la forma de medir en los tiempos de Grecia, las medidas era de perímetro, o sea, alrededor. Un estadio es de aproximadamente 183 metros, así que 12,000 estadios serían unos 2,200 kilómetros. Cada lado tendría entonces unos 529 kilómetros.

Es muy extraño que diga que al alto, ancho y largo sean “iguales”. Sería imposible que una ciudad midiera más de 500 kilómetros de alto, o sea, en forma de cubo. Siendo que el muro mide 144 codos, que son unos 64 metros, jamás podríamos imaginar una ciudad con un muro, que aunque para nosotros es alto, si la ciudad fuera como un cubo, sería extremadamente pequeño.

Según tradiciones judías, ellos indicaban que Jerusalén seguiría aumentando su altura hasta llegar al tronos de Dios. Para resolver el dilema, algunos traductores prefieren la palabra “armoniosas” en lugar de “iguales”. Esto suena más razonable. La altura armoniza perfectamente con el ancho y el largo de la santa ciudad.

Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es del ángel. Y el material de su muro era de jaspe: mas la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era de jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónica; el sexto; sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el nono, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Y las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio trasparente (21:17-21).

Algunos preguntarían, ¿por qué y para qué tanto lujo? Recordemos que Dios es el creador del oro y las piedras preciosas. La Biblia dice que en la época de Salomón la plata no era de estima. ¿La causa? Había oro y piedras preciosas en cantidades exorbitantes. Pues, ¿por que el reino de Dios ha de ser inferior? No hay nada de malo en que las cosas sean bellas, si no se priva usted de las cosas esenciales y usa parte de sus bienes para ayudar a los menos favorecidos. En el caso de Dios la cosa es diferente. En la eternidad no habrá menesterosos. Dios quiere que la capital de su reino sea lo más bella posible. La ciudad será la más hermosa de todo el universo. Algo más: antes del diluvio, los metales preciosos y las piedras estaban a flor de tierra, pero el cataclismo los enterró. ¿Qué diría usted si Dios hiciera lo mismo en la tierra nueva? Pues Él lo hará.

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. Y la ciudad no tenía necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán en la lumbre de ella: y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Y sus puertas nunca serán cerradas de día, porque allí no habrá noche. y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero (21:22-27).

En la ciudad no habrá templo en el sentido en que toda ella es como un templo, donde de todas los lugares de la tierra y de otros mundos vendrán a adorar a la Divinidad. Algunos piensan que en la tierra nueva no habrá sol ni luna, pero no será así. Mas bien en la ciudad no se notará el sol, a causa de la inmensa gloria que habrá en ella, pero nuestro sol sí estará en su lugar en el centro del sistema. Su luz será más brillante, pero no fatigará con calor. La luna también será más brillante y seguirá siendo la reina de la noche.

El hecho que mencione las naciones es indicio de que el planeta será organizado de nuevo en naciones con sus reyes. La ciudad tiene muros, no para protección, sino para mantener su apariencia de ciudad, sin embargo, sus puertas nunca serán cerradas, ya que sus habitantes siempre estarán seguros.