Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira

 

Las siete iglesias

Una cosa muy interesante es que los nombres de las ciudades donde se ubicaban estas comunidades cristianas tienen nombres que revelan los rasgos más sobresalientes de su historia. También podemos ver que las promesas y amonestaciones son para todas las iglesias y para cada cristiano en particular.

Desde muy temprano en la era cristiana hubo líderes que entendían que los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis presentan siete etapas o períodos de la iglesia durante toda la era cristiana.

Podemos entonces ver la importancia de entender estos mensajes, pues la correcta interpretación de estos nos llevará a comprender mejor el resto del libro.

La primera iglesia: Éfeso

Escribe al ángel de la iglesia en ÉFESO. El que tiene la siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: (2:1)

El nombre Éfeso significa “Deseable” y representa la iglesia apostólica, comenzando en el año 31, cuando Cristo murió, resucitó, ascendió al cielo y envió el Espíritu Santo sobre los creyentes en Pentecostés, hasta el año 100, cuando murió Juan, el último de los apóstoles.

En los mensajes a cada iglesia Cristo se dirige “al ángel”. Siendo que la palabra “ángel” significa “Mensajero”, entendemos que se refiere al ministro o pastor como el representante de la iglesia, pero el mensaje va a toda la iglesia.

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmallado (2:2,3).

Lo primero que Cristo dice a cada iglesia es “Yo conozco tus obras”, indicio de que nada está oculto al ojo escrutador de Dios. Si visualizáramos esta gran verdad bíblica nuestro comportamiento sería mucho mejor.

La iglesia del primer siglo, mientras vivieron los apóstoles, mantuvo viva la fe y trabajó seriamente por la causa del Evangelio. En corto tiempo, unos 70 años, la palabra de Cristo llegó a todo lo que abarcaba el imperio romano y aun fuera de sus límites. Bajo la ministración del Espíritu Santo, los discípulos hablaron al mundo de un Salvador muerto por el pecado del hombre, resucitado y ascendido al cielo donde ministra por los suyos ante el Padre. Enseñaron fervientemente que ese Salvador estaba próximo a venir al mundo.

Los perseguidores de los primeros creyentes no se limitó a los líderes del judaísmo. Los romanos veían a esta nueva religión como una amenaza a los cultos a sus dioses y emprendieron, desde los días de Nerón, una cruenta lucha contra ellos. Pero a pesar de la persecución, la semilla del Evangelio siguió dando frutos. Cada cristiano que era martirizado conmovía a los paganos y muchos se unían a la fe.

Este mensaje a Éfeso muestra que aun el primer siglo, la iglesia sufrió la participación de algunos líderes que pretendían se apóstoles. Que bueno que la iglesia supo resistirlos. Hoy no es así. Justamente la causa de la proliferación de sectas es la actitud de algunos miembros que se erigen como líderes y quieren atraer a los creyentes hacia ellos. Al ser rechazados se alejan de la congregación y se llevan a otros consigo y forman una nueva iglesia. También hay los que se dividen a causa de doctrinas novedosas y prácticas extrañas.

Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de donde has caído, y arrepiéntete, y has las primeras obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido (2:4,5).

Mientras se acercaba el cierre del siglo primero, la iglesia comenzó a ablandarse respecto a la enseñanzas del Maestro. El fervor comenzó a menguar. Esta actitud fue el génesis de la bancarrota espiritual que veremos en los siglos subsiguientes. Tenemos que recordar que “el primer amor” es Cristo. Si dejamos de mirar a Él, si abandonamos su doctrina, si dejamos de testificar, el futuro de la iglesia será tenebroso.

Como individuos debemos escudriñar nuestro pasado, ver nuestra actitud cuando comenzamos la vida de la fe. Al hacer este recuento podemos visualizar donde comenzamos a apartarnos de la senda correcta. A veces nos preguntamos cómo una persona que era activa en la iglesia de pronto se va. Lo cierto es que nadie se va de la iglesia súbitamente. Hay un germen de incredulidad o mundanalidad que ha estado corroyendo la vida espiritual. Se deja de asistir a algunos cultos; se abandona la oración y el estudio de la Biblia; se olvida el sostener la causa de Dios con nuestros diezmos y ofrendas. ¿Cómo podemos subsistir como cristianos con una conducta así? Poco a poco la fe va debilitándose y si no despertamos a tiempo hemos de descarriarnos.

Pero tiene esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las Cuales yo también aborrezco (2:6).

No hay mucha información sobre los nicolaítas. La única que tenemos proviene de Policarpo, obispo de Esmirna, quien dice que estos eran seguidores de uno de los siete diáconos mencionados en Hechos 6:5, donde se nos habla de “Nicolás, prosélito de Antioquía”. Parece ser que este Nicolás apostató de la fe y creó un grupo de seguidores. Se cree que estos mantenían doctrinas gnósticas.

Tanto la iglesia como Cristo detestan, no a los nicolaítas, pero sí sus obras, sus enseñanzas falsas, su actitud desafiante hacia el orden de la iglesia. Hoy el cristianismo está minado de doctrinas paganas y prácticas anti-bíblicas. Miles de sectas pretenden ser iglesias de Dios y hasta ostentan nombres muy cristianos, pero el contenido de su cuerpo doctrinal está alejado de las cosas que enseña la Palabra de Dios. No odiamos a los que se llaman cristianos ni a los que siguen filosofías y prácticas de origen pagano, pero sí son odiosas muchas doctrinas que siguen, sobre todo aquellas iglesias que insisten en que son cristianas y que siguen la Santa Biblia.

Hay religiones que esclavizan a sus adeptos y líderes que pretenden ser Dios, profetas o ser guiados en formas directa por el Espíritu Santo. Hay sectas que les lavan el cerebro a sus miembros y los manipulan con enseñanzas ajenas a la “sana doctrina”. Hay iglesias y sectas que han contaminado las enseñanzas de Cristo con teorías y dogmas del paganismo. Toda esta gama de sectas, religiones y filosofías son los modernos “nicolaítas” que hoy campean por su respeto en todo el mundo. Esta mezcolanza doctrinal hace que sea cada vez más difícil la proclamación de la verdad para este tiempo.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios (2:7).

El principio de este verso indica que lo dicho a Éfeso se dirige a todas las iglesias. Cada promesa es tanto para la iglesia como para cada cristiano individual. Esta promesa dada a la primera iglesia, como las que han de ser dadas al resto de las siete, tiene que ver con la eternidad. El árbol de la vida que estaba en medio del huerto en Edén, cuya fruta gustaron Adán y su esposa antes del pecado, se encuentra “en medio del paraíso de Dios”. Apocalipsis 22 nos habla de forma preciosa de ese maravilloso árbol que crece a ambas márgenes del río de la vida, el cual procede del trono de Dios. Comer de esos frutos, los cuales son diferentes cada mes, ha de perpetuar la vida en la tierra renovada

La segunda iglesia: Esmirna

Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: el primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto (2:8):

Esmirna quiere decir “Mirra”, y según esta substancia tenía que ser machacada para que diera su agradable olor, esta iglesia habría de ser perseguida. El período de esta iglesia va desde el año 100 en que murió el último de los apóstoles, hasta el edicto de Milán, en el 313.

Por el estado de persecución en que vivía la iglesia de esta época, Cristo se presenta a ella como el “que estuvo muerto y vivió”. El ejemplo supremo de Jesús, que dio su vida para salvar a los pecadores, sería imitado por los creyentes que darían sus vidas por la causa de Cristo.

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino sinagoga de satanás (2:10).

La iglesia de Esmirna era rica en el conocimiento de Cristo, rica en los dones del Espíritu Santo, rica en obras de fe. Se menciona a los “judíos” en sentido figurado. En los tiempos de los apóstoles y algunos años después, los creyentes en Cristo eran tenidos como una secta dentro del judaísmo, como eran los Zelotes, los Esenios y las más conocidas: los Fariseos y los Saduceos. Fue en Antioquía donde primeramente llamaron Cristianos a los seguidores de Jesús. En una ocasión a Pablo se le dijo que era príncipe de “la secta de los Nazarenos”. Pero podemos entender que la expresión “Judíos” del texto que estamos considerando se refiere a cristianos, a participantes del grupo de creyentes.

Ya para el segundo siglo era común ver distintos grupos que surgieron de la iglesia cristiana. Como vimos en el período anterior, ya en tiempos de los apóstoles se podían notar disensiones y herejías en medio de la iglesia. Mientras Jesús mencionó “falsos Cristos y falsos profetas” (Mateo 24:24), Pablo menciona a los que habrían de apartarse después que los apóstoles faltaran (Hechos 20: 29-31). Pedro habla de “falsos doctores (maestros) que introducirán encubiertamente herejías de perdición”. Estos disidentes, según el apóstol, surgirían en medio de los creyentes (2 Pedro 2:1). Juan menciona por nombre a “Diótrefes”, quien quería ser el principal entre los hermanos y que llegó hasta a rechazar aun a los que Juan enviaba (3 Juan 9,10). No nos extrañemos, pues, que en la iglesia surjan herejes y apóstatas.

La época de la iglesia de Esmirna es, posiblemente, una de las más difíciles para los creyentes, pues comenzó a entrar el elemento pagano de forma mucho más fuerte que en el período anterior. Aquí surgen las más peligrosas herejías, muchas de las cuales aún hoy son creídas y aceptadas por el grueso de los grupos llamados cristianos.

Ya para mediados del siglo segundo, y para que no se les asociara con los judíos, algunos grupos cristianos fueron poco a poco alejándose de muchos principios de la Palabra de Dios. Fue un tiempo en que surgieron muchos de los llamados “padres de la iglesia”, cuyos escritos forman parte de la “tradición patrística”. Desgraciadamente, muchos de estos bebieron de las fuentes contaminadas del paganismo. Esta “tradición” es aceptada por la iglesia de Roma como si fueran los Escritos Sagrados de la Biblia. También en este tiempo surgieron otros “evangelios”, “epístolas” y “apocalipsis” apócrifos que hoy forman un volumen tan grande o más que el Nuevo Testamento. Basados en estos escritos fraudulentos, hoy se pone en entredicho las Escrituras canónicas por modernos teólogos y maestros.

No temas nada lo que vas a padecer. He aquí el diablo echará de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (2:10)

Nuevamente se hace referencia las persecuciones. Se menciona un período de diez días. Esta es la primera mención de una profecía de tiempo en el Apocalipsis. Tanto en este libro como en el de Daniel se mencionan varias profecías de este tipo. Según Ezequiel 4:6 y Números 14:34, Dios nos da días por años en las profecías. Entonces, estos diez días de Apocalipsis 2:10 representan diez años y son los últimos años de persecución bajo Diocleciano, del 303 al 313.

En el llamado “sé fiel hasta la muerte”, Cristo vuelve a recalcar las persecuciones de este período, cuando se cree que cerca de un millón fueron martirizados. Pero para aquellos que sean fieles “hasta la muerte” les aguarda “la corona de la vida”, que es la eternidad en la tierra renovada.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la muerte segunda (2:11).

“La muerte segunda” se refiere al castigo final para los impíos (Apocalipsis 21:8). A pesar de que , debido a influencias paganas, la iglesia adoptó la creencia de la inmortalidad del alma, lo cierto, bíblico y razonable, es que los malos recibirán su castigo luego de ser resucitados después del milenio. Es en su cuerpo que recibirán el castigo. El texto de Apocalipsis 20:9 dice que tanto Satanás como los impíos serán “devorados”. Pero los fieles no han de temer, la muerte segunda no es para ellos. Al contrario, podrán disfrutar de la vida eterna e inmortal con Cristo por edades sin fin.

La tercera iglesia: Pérgamo

Y escribe a la iglesia en PÉRGAMO: El que tiene la espada de dos filos dice esto (2:12):

Pérgamo significa “Elevación” y nos lleva al 313, año del edicto de Milán, hasta el 538, cuando el obispo de Roma fue exaltado como el principal sobre todas las iglesias. El nombre sugiere un cambio en la condición de la iglesia, cambio que ya veníamos vislumbrando en los períodos anteriores.

En el año 312 Constantino venció a Magencio en el puente Milvio y se convirtió en el primer emperador pro cristiano de Roma. Juntamente con Lisinio, que gobernaba el norte del imperio, Constantino dio el edicto de Milán, mediante el cual concedía a los cristianos igual oportunidad con los paganos de ejercer su religión (Vea Apéndice).

La tradición indica que, antes de enfrentarse con el líder de los paganos, Constantino tuvo una visión, en la cual vio una gran cruz y las palabras “Hoc Signo Vincis” (Con este signo vencerás). Sus ideas supersticiosas lo llevaron a colocar cruces en sus estandartes y, como ganó la batalla, se la atribuyó a Cristo. Luego de esto edificó iglesias, como la de Santa Irene en Roma, y concedió favores especiales al clero.

Lejos de ser el “emancipador de la iglesia”, Constantino fue el destructor del cristianismo. Como hábil político, el emperador quiso unificar a cristianos y paganos. Y logró su empeño, pues durante el período de Pérgamo la iglesia cristiana se corrompió hasta lo sumo. Una avalancha de paganos entró a la iglesia, causando una mezcolanza de dogmas y prácticas ajenas a las sencillas enseñanzas de Cristo.

Fueron las enseñanzas de Platón, gran sabio griego, que más contribuyeron a la corrupción doctrinal de la iglesia. Esto se llama el “neoplatonismo”. Muchos de los llamados “padres de la iglesia” seguían fielmente los postulados platónicos como si él fuera un profeta de Dios. La doctrina más enseñada fue la “inmortalidad del alma”, destacada ampliamente en las obras de Platón: El Fedón y La República. Juntamente con esta enseñanza pagana vinieron sus hijas: el purgatorio, el limbo, la intercesión y el culto a los santos y el infierno, como un lugar de tormentos para los malos al momento de morir y las indulgencias.

Yo conozco tus obras, y donde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aún en los días en que Antipas, mi testigo fiel, fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás (2:13).

En la antigua Pérgamo se encontraba un hermoso templo dedicado a Zeus o Júpiter, el cual tenía la forma de un gran trono. Al leer estos textos de Juan, muchos de los cristianos de Pérgamo asociaron este edificio con lo que Cristo llamó “el trono de Satanás”.

Pérgamo fue la ciudad del imperio griego por donde la cultura y religión helénica entraron a Roma. “La silla de la Bestia” (Apocalipsis 16:10) y “el trono de Satanás” del texto aludido, son una misma cosa. Grecia fue el quinto reino de los siete que menciona Apocalipsis 17:10. En otras palabras, Satanás tiene un trono movible, el cual ha estado, desde los tiempos de Egipto, hasta Roma, en los días de Juan.

Además de ser tan importante en el traspaso de la cultura y religión griega al imperio romano, Pérgamo se distinguió por acentuar el culto al emperador como dios. También Cesar era conocido como el “Pater Familia” o padre de familia o padre del imperio. El nombre “Antipas” es simbólico. Viene de la frase “anti-pater” o “en contra del padre”. Antipas es, pues, un movimiento entre los cristianos opuesto al culto al emperador como padre o dios.

La era de Constantino no tuvo precedentes en la historia de la iglesia. La corrupción religiosa era común y casi no había diferencia entre los cultos paganos y la iglesia cristiana. Muchos cristianos, que estaban ocultos en las catacumbas por causa de la persecución del período anterior, salieron de sus escondites para darse cuenta que la iglesia que tanto apreciaron estaba llena de paganismo.

La ambición de Constantino no tenía límites. La tradición romana le concedía tres títulos: rey temporal, pontífice máximo de la religión y deidad digna de adoración. Debido a su amistad con Silvestre, obispo de Roma, y codiciando el título de “sumo pontífice”, Constantino mudó la capital del imperio para el Bósforo, y llamó su ciudad Constantinopla o la Nueva Roma. En el 325, y como el sumo pontífice, Constantino presidió el Concilio de Nicea. Vacante el trono de Cesar en Roma, el obispo Silvestre quedó como la máxima autoridad.

Para comienzos del siglo V, habían cinco obispados que se disputaban la supremacía de la iglesia. Muchos creían que el cargo debía ser del de Constantinopla, por ser la sede del imperio; otros creían que debía ser el de Jerusalén, donde nació la iglesia. Los otros eran de Antioquía, Alejandría y Roma. Mediante un decreto en el año 533, Justiniano, emperador de Oriente, ordenó que la supremacía recayera sobre el obispo de Roma y que el de Constantinopla se conformara con un segundo lugar. (Vea el Apéndice) Según el edicto, el título del obispo era “Cabeza de las iglesias y corrector de los herejes”.

Muchos cristianos no estuvieron de acuerdo con la exaltación del obispo de Roma, quien ya ostentaba el título de “papa”. Al proyectarse al período eclesiástico profético, Antipas puede asociarse con “anti papa”. Los que no aceptaron el cambio en la iglesia, fueron perseguidos, y esta persecución se prolongó hasta el período siguiente.

A pesar de la corrupción moral y doctrinal en este período, el texto dice que la iglesia retuvo el nombre de Cristo y no negó la fe. Gracias a Dios, el Salvador ha contado en toda época con siervos fieles que han preservado las verdades preciosas de su Palabra.

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación 2:14).

Balaam es otro nombre simbólico en el pasaje de las siete iglesias. Este personaje era un adivino, a quien Balac, rey de Moab, contrató para que maldijera al pueblo de Israel, recién salido del Egipto. Cuando Balaam trató de maldecir al pueblo de Dios, el Señor cambió sus palabras y en lugar de maldecir, bendecía a Israel. Como no pudo recibir los dones que el rey le ofreció, Balaam ideó una forma que sí le dio resultado. Consiguió que los hombres de Israel fornicaran con las mujeres moabitas, trayendo corrupción en el pueblo.

La fornicación mencionada en el texto referente a la iglesia de Pérgamo, y promovida por el nuevo Balaam, se refiere a la fornicación espiritual. Como ya hemos dicho, esta época se caracterizó por la introducción y acentuación de enseñanzas y prácticas del paganismo. Al seguir esta conducta errada, la iglesia ha cometido fornicación espiritual.

Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por lo tanto arrepiéntete; pues si no, vendré pronto a ti, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca (2:15,16).

Los nicolaítas, tan exitosamente rechazados por la primera iglesia, ahora florecen en toda el área de las costas del Mediterráneo. Los conceptos gnósticos promovidos por los nicolaítas entraron en la iglesia y aun hoy son creídos por muchos cristianos.

La iglesia nunca ha estado ni estará libre de cismas. Siempre habrá individuos que tratarán de causar divisiones. Esa es la causa principal del aumento sin precedentes en las sectas y denominaciones cristianas. Pero esto no debe ser excusa para rechazar todo lo que pretenda ser nueva luz. Cuando alguien se levante con un mensaje, es deber que este sea analizado por la iglesia. Ninguna “nueva luz” puede anular la antes recibida. Dios ni su Palabra pueden contradecirse. Si lo que pretende ser luz nueva está de acuerdo con la revelación, debe ser aceptada. Si no lo está, el que la trae debe ser amonestado y tratar de que acepte su equivocación. Si hay orgullo en él, entonces no aceptará la admonición. Y será el comienzo de un cisma.

Desde el siglo segundo hasta toda la Edad Media la iglesia ha venido contaminándose. Muchos cristianos, aun a riesgo de perder sus vidas, se levantaron a poner en orden las verdades de la Palabra de Dios. A estos les debemos que hoy disfrutemos de esas verdades.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino el que lo recibe (2:17).

El maná fue el pan que Dios envió a los israelitas en su viaje por 40 años por el desierto. Por orden de Dios un recipiente con maná fue colocado dentro del arca de la alianza. A los vencedores de Pérgamo se les promete comer “del maná escondido”. Ese “pan del cielo” será parte de los exquisitos manjares que los redimidos comerán en la tierra renovada.

La “piedrecita blanca” nos trae una práctica oriental bien significativa. Cuando un forastero visitaba un lugar y era hospedado por una familia, al despedirse, el forastero entregaba al hospedador la mitad de una piedrecita con su nombre escrito. Este objeto era muy apreciado. Mostrarlo en el lugar de procedencia del extranjero era causa de especial trato. Cristo ofrece esta piedrecita blanca como un símbolo de amistad con Él. ¡Qué maravilloso es ser considerado como parte de la familia de Dios!

La cuarta iglesia: Tiatira

Y escribe al ángel de la iglesia en TIATIRA: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto (2:18):

Tiatira significa “Dulce Sabor de Trabajo” y representa a la iglesia desde el 538, año del edicto de Justiniano elevando al obispo de Roma como jefe universal de la iglesia, hasta el 1517, cuando comenzó la Reforma, con Martín Lutero. El nombre de Tiatira conlleva la persecución que sobrevino a los fieles y su huida a los desiertos para adorar a D i o s de acuerdo a sus conciencias. La razón de la huida de los verdaderos cristianos era obvia: no podían soportar a la iglesia politizada y herética.

Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y tus obras postreras son más que las primeras (2:19).

Estas palabras son dedicadas a los valientes que han luchado por su fe, los que se han esforzado por preservar las verdades evangélicas a pesar de la persecución imperante. Varios millones murieron por su fe en esta época como mártires de Cristo, dando a la apostasía un ejemplo de fervor y abnegación. Estas primera palabras de Cristo, una ves más, indican que en todo tiempo han habido y habrán fieles seguidores del Maestro.

Entre los grupos cristianos que más se destacaron en esta época, podemos mencionar a los Valdenses. Estos abnegados siervos de Dios se dedicaron a esparcir la Palabra del Señor en muchos lugares de Europa. Vestidos como mercaderes, distribuían porciones de la Biblia traducidos en la lengua de los pueblos. Varias cruzadas fueron organizadas contra ellos y miles murieron por su fe.

También los Lolardos, fundados por Juan Wicleff, llevaron por Inglaterra y países vecinos la Biblia traducida por el reformador. Aunque trataron de callar la voz de Wicleff, este dijo a los papistas que viviría para denunciar todos los abusos y corrupción del clero, así como sus persecuciones contra los hijos de Dios.

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte y toda las las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; os daré a cada uno según vuestras obras (2:20-23).

Otro nombre simbólico aparece en los mensajes a las iglesias. Esta vez es Jezabel. El nombre nos remonta a los días de los reyes de Israel. Jezabel era fenicia, adoradora de Baal. Fue la esposa impía de Acab. Este rey no era necesa- riamente malo, su conducta perversa era “porque Jezabel lo incitaba”. La reina mantenía de su mesa a 450 profetas de Baal. El gran profeta de esos días era Elías, quien tuvo problemas con la perversa reina. Luego de la gran victoria del profeta sobre los baales, Jezabel fue muerta, echada de una torre por orden de Jehú.

Jezabel representa la gran apostasía del Medioevo. Tiene una similitud con la ramera llamada “Babilonia” de los capítulos 17-19 de Apocalipsis. Hay severas amonestaciones a los que se encuentran atrapados en las redes de esta perversa mujer. De nuevo, la fornicación que se menciona en el pasaje es espiritual y denota las falsas enseñanzas que desde los tiempos de Esmirna ha estado corrompiendo el cristianismo.

Es la Edad Media: época de concilios, de reformadores, de la Inquisición (Vea Apéndice), de la exaltación del papado, de los señores feudales y la antesala del Renacimiento. Fue el tiempo de “La Divina Comedia” de Dante y de “La Escolástica” las cuales, con otras obras de autores de renombre, influyeron enormemente en el pensamiento medieval. Fue el tiempo de “Las Cruzadas”, de las guerras del mundo árabe y también el tiempo de las más grandes persecuciones contra los sinceros creyentes de la Palabra de Dios.

La persecución no se limitó a los cristianos llamados “herejes”, sino, además, contra la Biblia. (Vea Apéndice.) Tener un ejemplar de la Biblia o parte de ella era tenido como uno de los más graves crímenes. En esta época hubo varios que se atrevieron, a pesar de las presiones, de traducir la Biblia a la lengua del pueblo. Entre ellos podemos mencionar a Wicleff, a Tyndale y al mismo Lutero.

Lo único que podría desenmascarar los sofismas de la iglesia popular era la Palabra de Dios. Al romanismo no le convenía ponerla en manos del pueblo y le declaró la guerra a la Biblia. Aunque habían unas pocas traducciones, estas eran reservadas a los eruditos y algunos de la nobleza. También los templos, en casi todos, habían manuscritos de la Biblia. En algunos casos, las Biblias eran encadenadas a los púlpitos.

Cristo dice que a Jezabel y a los que adulteran con ella serán arrojados “en gran tribulación”. Esa expresión se refiere al tiempo de angustia mencionado en Daniel 12:1 y el tiempo de las plagas postreras de Apocalipsis 16. Estas plagas son para los que siguen a Babilonia, indicio claro de la asociación de Jezabel con la ramera apocalíptica.

Pero a vosotros y a los demás que estáis en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga (2:24,25).

Nuevamente Cristo dice que había fieles en Tiatira, los cuales son llamados a proseguir en su fidelidad a la causa de Dios. “Las profundidades de Satanás” alude a las preten- ciones de los gnósticos de ser los únicos en conocer las profundidades de Dios. Cristo hace claro que lo que estos llaman así son conocimientos de la ciencia de Satanás. Hoy podemos ver seguidores de ciencias orientalistas y “Nueva Era” que tienen las mismas pretensiones gnósticas y que no es otra cosa que la obra maestra del enemigo de Dios y de su iglesia. Estos enseñan que en el interior de cada ser humano hay las posibilidades de ser bueno, de ser un “avatar” o individuo perfeccionado, argumento que va en contra del Evangelio, que enseña que el ser humano es malo por naturaleza y que necesita, para regenerarse, de la gracia de Dios. No es mirando a nuestro interior que ganamos la victoria sobre el mal, sino mirando a la cruz y dependiendo del poder de Dios.

“Hasta que yo venga” es una clara alusión al tema es la segunda venida de Cristo, evento que siempre estuvo latente en los cristianos de antaño y que es hoy el tema principal de la iglesia remanente.

Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como barro de alfarero, como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene a lo que el Espíritu dice a las iglesias (2:27-29).

Nuevamente Cristo ofrece a los vencedores el premio de la vida eterna. Como los salvados han de reinar con Cristo, aquí se los presenta como gobernadores de la tierra y castigadores de los impíos, cosa que hará finalmente Cristo. “La estrella de la mañana” es el mismo Jesús (Apocalipsis 22.16).