Profanación de Belsasar

 

LA CAÍDA DE BABILONIA

PROFANACIÓN DE BELSASAR. (5.1-4)

“Hacia el fin de la vida de Daniel, se estaban produciendo grandes cambios en la tierra a la cual, más de sesenta años antes, él y sus compañeros hebreos habían sido llevados cautivos. Nabucodonosor había muerto, y Babilonia, antes "alabada por toda la tierra," había pasado a ser gobernada por sus sucesores imprudentes; y el resultado era una disolución gradual pero segura. Debido a la insensatez y debilidad de Belsasar, nieto de Nabucodonosor, la orgullosa Babilonia iba a caer pronto. Admitido en su juventud a compartir la autoridad real, Belsasar se gloriaba en su poder, y ensalzó su corazón contra el Dios del cielo. Muchas habían sido sus oportunidades para conocer la voluntad divina, y para comprender que era su responsabilidad prestarle obediencia. Sabía que, por decreto divino, su abuelo había sido desterrado de la sociedad de los hombres; y sabía también de su conversión y curación milagrosa. Pero Belsasar dejó que el amor por los placeres y la glorificación propia borrasen las lecciones que nunca debiera haber olvidado. Malgastó las oportunidades que se le habían concedido misericordiosamente, y no aprovechó los medios que tenía a su alcance para conocer mejor la verdad. Lo que Nabucodonosor había adquirido finalmente a costo de indecibles sufrimientos y humillaciones, Belsasar lo pasaba por alto con indiferencia.” P.R. 384
El gran banquete de Belsasar.

“No tardaron en ocurrir reveses. Babilonia fue sitiada por Ciro, sobrino de Darío el Medo y general de los ejércitos combinados de los medos y persas. Pero dentro de la fortaleza al parecer inexpugnable, con sus macizas murallas y sus puertas de bronce, protegida por el río Eufrates, y abastecida con abundantes provisiones, el voluptuoso monarca se sentía seguro y dedicaba su tiempo a la alegría y las orgías. En su orgullo y arrogancia, con temerario sentimiento de seguridad, "Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino." Todos los atractivos ofrecidos por la riqueza y el poder aumentaban el esplendor de la escena. Entre los huéspedes que asistían al banquete real había hermosas mujeres que desplegaban sus encantos. Había hombres de genio y educación. Los príncipes y los estadistas bebían vino como agua, y bajo su influencia enloquecedora se entregaban a la orgía.” P.R. 384, 385
Uso profano de los vasos sagrados.

“Habiendo quedado la razón destronada por una embriaguez desvergonzada, y habiendo cobrado ascendiente los impulsos y las pasiones inferiores, el rey mismo dirigía la ruidosa orgía. En el transcurso del festín, ordenó "que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor… había traído del templo de Jerusalem; para que bebiesen con ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas." El rey quería probar que nada era demasiado sagrado para sus manos. "Entonces fueron traídos los vasos de oro… y bebieron con ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de metal, de hierro, de madera, y de piedra." P.R. 385
Bebieron y alabaron a sus dioses.

“Poco se imaginaba Belsasar que un Testigo celestial presenciaba su desenfreno idólatra; pero un Vigía divino, aunque no reconocido, miraba la escena de profanación y oía la alegría sacrílega…” P.R. 385