Decreto de muerte para los sabios


Edicto de muerte.

“Entonces "el rey con ira y con grande enojo, mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia." Entre aquellos a quienes buscaban los oficiales que se aprestaban a cumplir lo ordenado por el decreto real, se contaban Daniel y sus amigos.” P. R. 362 La naturaleza de esta sentencia de muerte, tan repentina y cruel, no era extraña en los monarcas antiguos. A Daniel y sus compañeros no les consultaron, pues era evidente que ellos eran recién graduados, dando por sentado que prefirieron no consultaros y sin embargo eran contados como “sabios” por tanto los buscaron para ejecutarlos.

Sabiduría y prudencia de Daniel

“Cuando se les dijo que de acuerdo con el decreto debían morir, "avisada y prudentemente" Daniel preguntó a Arioc, capitán de la guardia del rey: "¿Qué es la causa que este mandamiento se publica de parte del rey tan apresuradamente?" Arioc le explicó la perplejidad del rey acerca de su sueño notable, y cómo le había sido imposible obtener ayuda de aquellos en quienes había puesto hasta entonces la más plena confianza.” P.R. 362. Daniel gozaba de simpatía y buena reputación ante el capitán de la guardia, por las experiencias obtenidas al inicio de sus estudios y desde luego es evidente por conducirse cristianamente en todo el periodo académico. Recordemos que fueron 10 veces mejores.

Daniel solicita tiempo para dar la interpretación

“Daniel, arriesgando la vida, se atrevió a presentarse ante el rey y solicitó que se le concediera tiempo para rogar a su Dios que le revelase el sueño y su interpretación.” P.R. 362. Se le aceptó el tiempo solicitado porque no se le había dado la oportunidad que tuvieran los sabios de babilonia, por la reputación alcanzada como estudiante y porque el solicitó tiempo para pedir a Dios y después revelar el sueño y la interpretación y no excusas como los magos y caldeos sentenciados a muerte, que habían expuesto su impotencia diciendo “No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el negocio del rey: demás de esto, ningún rey, príncipe, ni señor, preguntó cosa semejante a ningún mago, ni astrólogo, ni Caldeo. Finalmente, el negocio que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne."