El Rescate del Pueblo

 

Según hemos desarrollado la descripción del conflicto, el pueblo de Dios durante el tiempo de angustia se encuentra bajo fuertes presiones. Sus enemigos están a punto de destruirles, por lo que han tenido que huir a lugares solitarios y aislados. Como Jacob en el arroyo de Jaboc, se aferran por la fe a las promesas de Dios y perseveran en la oración. "El tiempo de angustia es una prueba terrible para el pueblo de Dios; pero es el momento en que todo verdadero creyente debe mirar hacia arriba a fin de que por la fe pueda ver el arco de la promesa que le envuelve" (CS, 691).

El pueblo de Dios ha sido sentenciados a muerte y se ha determinado un día para su destrucción final. "Multitudes de hombres perversos profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, están a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la obscuridad de la noche caen sobre la tierra. Luego un arco iris, que refleja la gloria del trono de dios, se extiende de un lado a otro del cielo, y parece envolver a todos los grupos en oración. Las multitudes encolerizadas se sienten contenidas en el acto. Sus gritos de burla expiran en sus labios. Olvidan el objeto de su ira sanguinaria. Con terribles presentimientos// contemplan el símbolo de la alianza divina, y ansían ser amparadas de su deslumbradora claridad. Los hijos de Dios oyen una voz clara y melodiosa que dice: ´Enderezaos´ y al levantar la vista al cielo contemplan el arco de la promesa" (CS, 693-694). La intervención de Dios tiene como finalidad defender a su pueblo amenazado y perseguido. Es un acto de amor, semejante al de una madre que sale a defender a sus inocentes hijos indefensos. Los impíos han provocado a Dios en la persona de sus hijos e inevitablemente tienen que enfrentar las consecuencias de su agresión.

Elena de White describe las condiciones naturales en las que tiene lugar la liberación: "Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas contra otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: ´hecho es´." (CS, 694) El mismo que por su palabra hizo todas las cosas y las sustenta, interviene proteger a su pueblo perseguido. La naturaleza en los grandes momentos de la historia humana, se ha conmovido cuando Dios se levanta para intervenir. La misma voz que ordenó los mundos, se apresta para poner orden y seguridad.

"Esa misma voz sacude los cielos y la tierra, síguese un gran terremoto, cual no fue jamás desde que los hombres ha estado sobre la tierra´ (Apocalipsis 16:18).

El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como lejana tempestad" (CS, 694). La tierra es conmovida hasta sus entrañas, las cordilleras se hunden, las islas desaparecen. Puertos marítimos llenos de corrupción son golpeados por embravecidas olas. Las ciudades soberbias son arrasadas. Las residencias de magnates con todo su lujo, riqueza y gloria personal caen en ruinas.

Uno de los eventos más esperados y significativos de la historia humana tiene lugar en esta hora: "Los sepulcros se abren ... Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardan su ley" (CS, 695). Se trata de la resurrección parcial, una en la que resucitan todas las personas que murieron desde que se inició la predicación del mensaje del tercer ángel y que respondieron oportunamente al mensaje. De la muerte de tales creyentes, dice Apocalipsis 14:13 "Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: bienaventurados los que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen." Estos recién resucitados se unirán a los creyentes vivos que han pasado por el tiempo de angustia de Jacob para escuchar "el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley" (CS, 695). También resucitan los que "se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes" (CS, 695).

En medio de densa oscuridad que cubre la tierra, se escuchan voces misteriosas que anuncian condenación para los impíos, mientras que el sol se abre paso entre la oscuridad. Lo que para unos es motivo de esperanza y júbilo para otros será motivo de horror y desesperación. "Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno...Y cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria" (CS, 698).

Aparece en dirección hacia donde sale el sol, una pequeña nube negra, de un tamaño como de la mitad de la palma de la mano "es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de obscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador" (CS, 698). Es la majestuosa comitiva de Cristo, el Rey de reyes y Señor de señores; una escena que ninguna pluma humana puede describir. Los pecadores huyen de su presencia reconvenidos por la consciencia de sus pecados y con profunda angustia causada por el remordimiento. Se inicia un proceso destructor que pone fin a la civilización "Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo." (Salmo 50:3,4)

"Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos" (CS, 702). Su voz se escucha por toda la superficie de la tierra y los muertos que la oigan vivirán: una multitud extraordinaria de toda raza y región y época. Esta es conocida como la primera resurrección. De ella dice Juan "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en estos" (Apocalipsis 20 :6 pp.). Cada uno en la lozanía y vigor de la eterna juventud; con la estatura que tuvieron, aunque con sus características físicas transformadas a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo. "La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal" (CS, 703). Los justos vivos que "a la voz de Dios habían sido glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires... Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios" (CS, 730). El viaje se hace en un carro nebuloso con alas a sus lados y ruedas vivientes. Al llegar a su destino, la ciudad de Dios, se realiza una ceremonia de premiación y reconocimiento a cargo de Jesús: "A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante" (CS, 740) y antes de entrar en la ciudad, los instrumentos y las voces se unen en un cántico de alabanza y agradecimiento al Salvador. El pueblo que por tantos años estuvo errante, está de regreso en la casa del Padre. Las luchas y angustias del pasado pierden su significado ante la gloria, majestad, belleza y perfección que les es ofrecida. "El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor" (CS, 750). Así se inauguran los eventos relacionados con el milenario.