La condenación de Daniel

 

LA CONDENACIÓN DE DANIEL. (6.10-17)

Daniel oraba tres veces al día.

“Los enemigos del profeta contaban con la firme adhesión de Daniel a los buenos principios para que su plan tuviese éxito. Y no se habían equivocado en su manera de estimar su carácter. El reconoció prestamente el propósito maligno que habían tenido al fraguar el decreto, pero no cambió su conducta en un solo detalle. ¿Por qué dejaría de orar ahora, cuando más necesitaba hacerlo?... Cumplía con calma sus deberes como presidente de los príncipes; y a la hora de la oración entraba en su cámara, y con las ventanas abiertas hacia Jerusalén, según su costumbre, ofrecía su petición al Dios del cielo. No procuraba ocultar su acto. Aunque conocía muy bien las consecuencias que tendría su fidelidad a Dios, su ánimo no vaciló.” P.R. 397
La casa de Daniel probablemente tenía un techo plano como la mayoría de las casas de Mesopotamia, con las ventanas hacia Jerusalén buscando la ubicación del templo.

Los sátrapas hallaron a Daniel orando.

“En todos los casos en los cuales el rey tuviese derecho a ordenar, Daniel le obedecería; pero ni el rey ni su decreto podían desviarle de su lealtad al Rey de reyes. Así declaró el profeta con osadía serena y humilde que ninguna potencia terrenal tiene derecho a interponerse entre el alma y Dios. Rodeado de idólatras, atestiguó fielmente esta verdad. Su adhesión indómita a lo recto fue una luz que brilló en las tinieblas morales de aquella corte pagana. Daniel se destaca hoy ante el mundo como digno ejemplo de intrepidez y fidelidad cristianas. Durante todo un día los príncipes vigilaron a Daniel. Tres veces le vieron ir a su cámara, y tres veces oyeron su voz elevarse en ferviente intercesión para con Dios. A la mañana siguiente, presentaron su queja al rey. Daniel, su estadista más honrado y fiel, había desafiado el decreto real.” P.R. 397-398

En la Biblia hay varias formas de orar, algunas como Danid, sentado (2Sam. 7.18). Algunos se inclinaban (Gén. 24.26). Algunos oraban de pie (1Sam. 1.26) La forma más común de orar era de rodillas (Esd. 9.5; Luc. 22.41, Hech. 7.60).

El rey se entristece por el decreto.

“Recordaron al rey: "¿No has confirmado edicto que cualquiera que pidiere a cualquier dios u hombre en el espacio de treinta días, excepto a ti, oh rey, fuese echado en el foso de los leones?" "Verdad es ­contestó el rey,­ conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no se abroga." Triunfantemente informaron entonces a Darío acerca de la conducta de su consejero de más confianza. Clamaron: "Daniel que es de los hijos de la cautividad de los Judíos, no ha hecho cuenta de ti, oh rey, ni del edicto que confirmaste; antes tres veces al día hace su petición." Al oír estas palabras, el monarca vio en seguida la trampa que habían tendido para su siervo fiel. Vió que no era el celo por la gloria ni el honor del rey, sino los celos contra Daniel, lo que había motivado aquella propuesta de promulgar un decreto real. "Pesóle en gran manera," por la parte que había tenido en este mal proceder, y "hasta puestas del sol trabajó para librarle." P.R. 398

Los sátrapas apelan a la ley.

“Anticipándose a este esfuerzo de parte del rey los príncipes le dijeron: "Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia, que ningún decreto u ordenanza que el rey confirmare pueda mudarse." Aunque promulgado con precipitación, el decreto era inalterable y debía cumplirse.” P.R. 398

Daniel es echado en el foso de los leones.

"Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y echáronle en el foso de los leones… Fuese luego el rey a su palacio, y acostóse ayuno; ni instrumentos de música fueron traídos delante de él, y se le fue el sueño." Dios no impidió a los enemigos de Daniel que le echasen al foso de los leones. Permitió que hasta allí cumpliesen su propósito los malos ángeles y los hombres impíos; pero lo hizo para recalcar tanto más la liberación de su siervo y para que la derrota de los enemigos de la verdad y de la justicia fuese más completa. Mediante el valor de un solo hombre que prefirió seguir la justicia antes que las conveniencias.” P.R. 398, 399

“El Dios tuyo te libre”.

“Y hablando el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre."… "Ciertamente la ira del hombre te acarreará alabanza" (Sal. 76.10), había testificado el salmista.” P.R. 399
La puerta de la cueva fue sellada.

“Se puso una piedra a la entrada del foso, y el rey mismo la selló "con su anillo, y con el anillo de sus príncipes, porque el acuerdo acerca de Daniel no se mudase… Satanás iba a quedar derrotado y el nombre de Dios iba a ser ensalzado y honrado.” PR. 399

El acto de sellar la puerta tenía dos propósitos: precaver contra cualquier interferencia de sus enemigos para quitarle la ida a Daniel. Además, el sello aseguraba a que los amigos de Daniel hicieran, siquiera, una tentativa de salvarlo.