La revelación de Jesucristo

Capítulo 1 versos 1 al3

El título

En algunas versiones se ha conservado como título del libro el nombre de "La Revelación" y se añaden las palabras "de San Juan, el Teólogo;" pero al hacerlo contradicen las palabras del libro mismo que declara ser "la revelación de Jesucristo." Jesucristo es el Revelador, y no Juan. Juan no fue sino el amanuense empleado por Cristo para escribir esta revelación destinada a beneficiar a su iglesia. Este Juan es el discípulo a quien Jesús amó y favoreció en gran manera entre los doce. Fue evangelista, apóstol y autor del Evangelio y las epístolas que llevan su nombre. A estos títulos anteriores debe añadirse el de profeta; porque el Apocalipsis es una profecía, y así lo denomina Juan. Pero el contenido de este libro proviene de una fuente aun más elevada. No es solamente la revelación de Jesucristo, sino la revelación que Dios le dio. Su origen es, en primer lugar, la gran Fuente de toda sabiduría y verdad; Dios el Padre; él la comunicó a Jesucristo, el Hijo; y Cristo la envió por su ángel a su siervo Juan.

El carácter del libro

Este se expresa en una palabra, "revelación." Una revelación es algo hecho manifiesto o dado a conocer, no algo escondido u oculto. Moisés nos dice que "las cosas secretas pertenecen a Jehová: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre." (Deuteronomio 29:29.) Por lo tanto, el mismo título del libro refuta suficientemente la opinión que a veces se emite de que este libro se cuenta entre los misterios de Dios, y no puede ser entendido. Si tal fuese el caso, llevaría algún título como "El Misterio," o "El Libro Oculto," y no el de "La Revelación."
Su objeto
"Para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto." ¿Quiénes son sus siervos? ¿Para quiénes se dio la revelación? ¿Había de ser para algunas personas especificadas, para algunas iglesias en particular, o para algún período especial de tiempo? No; es para toda la iglesia en todo tiempo, mientras queden por cumplirse cualesquiera de los acontecimientos predichos en el libro. Es para todos los que puedan llamarse "sus siervos," dondequiera y cuandoquiera que existan.

Dios dice que daba esta profecía para revelar a sus siervos las cosas que iban a suceder; y no obstante muchos de los expositores de su Palabra nos dicen que nadie puede comprenderla. Es como si Dios intentase hacer conocer a la humanidad verdades importantes, y sin embargo cayese en la insensatez terrenal de revestirlas con un lenguaje o figuras incomprensibles para la mente humana. Es como si impusiera a una persona la contemplación de algún objeto lejano, y luego levantara una barrera impenetrable entre esa persona y el objeto, o como si diera a sus siervos una luz para guiarlos a través de la lobreguez de la noche, y arrojara luego sobre esa luz un paño tan espeso que no dejase pasar un solo rayo de su esplendor. ¡Cuánto deshonran a Dios los hombres que juegan así con su Palabra! No; la Revelación realizará el objeto para el cual fue dada, y "sus siervos" aprenderán de ella las "cosas que deben suceder presto," y que conciernen a su salvación eterna.

Su ángel

Cristo envió la Revelación y la hizo conocer a Juan por "su ángel." Aquí parece presentarse un ángel en particular. ¿Qué ángel puede llamarse con propiedad el ángel de Cristo? Ya encontramos la respuesta a esta pregunta en nuestro estudio, como se verá en los comentarios sobre Daniel 10:21. Llegamos allí a la conclusión de que las verdades destinadas a ser reveladas a Daniel fueron confiadas exclusivamente a Cristo y a un ángel llamado Gabriel. Similar a la obra de comunicar una verdad importante al profeta amado, es la obra de Cristo en el libro del Apocalipsis; es la transmisión de una verdad importante al "discípulo amado." ¿Quién puede ser en esta obra su ángel sino aquel que ayudó a Daniel en la obra profética anterior, a saber el ángel Gabriel? Parecería también muy apropiado que el mismo ángel que fue empleado para transmitir mensajes al profeta amado de antaño, desempeñase el mismo cargo para el profeta Juan en la era evangélica. (Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 19:10.)

Una bendición para el lector

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía." ¿Se pronuncia alguna bendición tan directa y categórica sobre la lectura y observancia de cualquier otra parte de la Palabra de Dios? ¡Cuánto nos estimula esto a estudiarla! ¿Diremos que no se la puede comprender? ¿Sería lógico ofrecer una bendición por estudiar un libro cuyo estudio no nos beneficiara? Dios ha pronunciado su bendición sobre el lector de esta profecía, y ha sellado con su aprobación el ferviente estudio de sus páginas maravillosas. Con este estímulo de fuente divina, el hijo de Dios no puede ser inquietado por mil contraataques de los hombres.

Todo cumplimiento de la profecía impone deberes. Hay en el Apocalipsis cosas que deben ser observadas y cumplidas. Deben ejecutarse deberes como resultado de la comprensión y del cumplimiento de la profecía. Un caso notable de esta clase puede verse en Apocalipsis 14:12, donde se dice: "Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús."

El tiempo está cerca

"El tiempo está cerca," escribe Juan, y al decir esto nos da otro motivo para estudiar su libro. Este se vuelve cada vez más importante a medida que nos acercamos a la gran consumación. Con referencia a este punto ofrecemos los pensamientos impresionantes de otro escritor: "Con el transcurso del tiempo, aumenta la importancia que tiene el estudio del Apocalipsis. Hay allí 'cosas que deben suceder presto.'... Ya cuando Juan registró las palabras de Dios, el testimonio de Jesucristo y todas las cosas que vio, se acercaba el largo período durante el cual se habían de realizar estas escenas sucesivas. La primera de toda la serie conectada estaba a punto de cumplirse. Si su proximidad constituía entonces un motivo para prestar oído al contenido del libro, ¡cuánto más ahora! Todo siglo que pasa, todo año que transcurre, intensifica la urgencia con que debemos prestar atención a esta parte final de la Sagrada Escritura. Y ¿no realza acaso aun más el carácter razonable de esta exigencia la intensidad con que nuestros contemporáneos se dedican a las cosas temporales? Por cierto que nunca ha habido una época en que se necesitara más que ahora alguna fuerza poderosa para contrarrestar esta intensidad. La Revelación de Jesucristo debidamente estudiada nos proporciona una influencia correctora apropiada. Ojalá que todos los cristianos recibiesen en la mayor medida la bendición destinada al 'que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca.' "

Versión U. Smith